EL BLOG DE COS
La memoria secuestrada
21/09/2022
Cristina Díez

Siempre me ha producido curiosidad averiguar los motivos del malestar, la angustia, la rabia, la culpabilidad, la autoexigencia,… Todas aquellas emociones que están pero que, en muchas ocasiones y por nosotras mismas, no tenemos las herramientas suficientes para averiguar de donde vienen. Lo más sorprendente de ir a terapia es querer ir por un tema en concreto y salir con muchos otros a las espaldas con los que no contabas. Siempre vamos con una idea preconcebida de los aspectos que creemos que están muy ubicados dentro de nuestra vida y, muchas veces, nos equivocamos. Mirar adentro es un descubrimiento constante que siempre nos llevará a ver con más honestidad todo aquello que pasa a nuestro alrededor.

En mi caso, una de las veces por las cuales he asistido a terapia, fue para trabajar y modificar el rol dentro de mi familia. Tenía una relación aparentemente buena con todos ellos pero, a veces, me sentía silenciada o poco escuchada. Junto con Anna, mi psicóloga, vimos que tenía que hacer cambios para dejar de sentir este vacío, y esto suponía sentarme a hablar con gran parte de los integrantes de mi familia. Abrirme con ellos para que pudieran ver como me sentía fue complicado pero a la vez muy liberador. Mi rol cambió totalmente y al poder modificarlo con mi familia me ha llevado a que otras relaciones, ya creadas o nuevas, sean mejores y siempre desde la elección propia del tipo de vínculo que quiero establecer.

Este era uno de los puntos más importantes para mí a tratar, pero esto no fue todo. Este tema derivó a hablar de mi falta de memoria. Un aspecto de mí al cual nunca le había prestado mucha atención y le quitaba importancia. Tenía mis mecanismos para recordar las cosas, pero no siempre funcionaba. Y lo más grave, estaba afectando a mi relación de pareja. En varias ocasiones, Anna me había preguntado sobre mi madre y siempre le decía lo mismo, que era una agenda y que se acordaba absolutamente de todo. Se fijó que siempre la describía puntualizando este aspecto de ella y llegamos al kit de la cuestión: Mi madre me había secuestrado la memoria. Y así era. Siempre se había ocupado de todo: día y hora de los médicos, cumpleaños importantes, entregas de trabajos y exámenes cuando iba a la escuela,… Mi mente se había relajado y hacía mucho que había dejado de trabajar. La que no lo sabía era yo. Para mi madre era su manera de cuidarme, de estar por mí. Lo que ella no se hubiera imaginado nunca es que año tras año, poco a poco, fue consiguiendo que mi mente fuera más perezosa y yo, como adulta, menos autónoma.

Anna me aconsejó que hablara con Judith, la neuropsicóloga de COS, para poder trabajar y solucionar este tema. Mi cerebro se había acomodado y ahora había que despertarlo. Le expliqué a Judith en qué situación me encontraba y el porqué de todo. Y descubrimos todavía más cosas. Mi manera de tomarme la vida, mi ansiedad y mi estrés en el trabajo no ayudaban nada. Me hizo ver que mis nervios tenían una relación muy directa con mi falta de memoria.

Trabajar con Anna los problemas emocionales y relacionales que tenía con la familia consiguieron en mí un estado de calma que me derivó a poder realizar, mejor de lo que esperaba, los ejercicios que empecé a hacer con Judith. Todo estaba conectado. Me sentía vacía, lo hablé, me coloqué en el rol que me correspondía, me sentía en paz, me sentía relajada, la ansiedad había desaparecido,… Todo empezaba a estabilizarse. Realicé semana a semana los ejercicios de memoria que Judith me recomendaba hacer, durante las sesiones y en mi tiempo libre, porque mi mente no seguía los procedimientos adecuados de memorización. Tenía que reeducar mi mente, pero yo solo me sentía como una niña pequeña que está aprendiendo a andar.

A día de hoy, ya sé correr. 

Gracias, Anna. Gracias, Judith. Soy mejor gracias a vosotras.

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