Hace poco veía un vídeo en la red, en la que un papá pregunta a su hija el cómo ha ido la visita a la catedral, a lo que la niña responde, “horroroso, en serio!, el niño Jesús atado a un poste, una virgen que tenía clavada una espada, un chico muerto con sangre, las vírgenes encerradas en cárceles, (…) más que un sitio de bodas, parece una casa de brujas!” Creo que se va a requerir mucha pedagogía, mimo y tiempo para que esta niña entienda realmente la simbología y ritualidad de ese lugar.
Hace unos meses nació nuestra hija y fuimos al CAP a conocer el servicio de pediatría, y sus profesionales. El centro es reciente, es amplio y moderno. Las veces que hemos ido, con mi pareja hacemos apuestas de cuántos usuarios nos encontraremos, diría que la media está en cuatro y seis personas, en todo el centro!. El pueblo tendrá unos 20.000 habitantes, y dispone de otro CAP, ¡no vivimos en la península vaciada! Tuvimos que modificar una visita de seguimiento de salud, a lo que la revisión del mes la hacíamos a los dos meses. Nos pasó algo similar con la comadrona. Nuestra impresión de cuando llamas al CAP o te aproximas a administración es de colapso, lo que no corresponde a lo que encuentras en las desangeladas salas. Esperando en la nada veíamos a una pediatra atareada con el ordenador y el teléfono, y entendimos que o bien había una sobreinfección burocrática o se estaba cambiado el modo asistencial, eludiendo la presencialidad, ambas no me transmitieron confianza y salubridad.
Me animaría a afirmar que muchos de los centro sanitarios, públicos o privados, operan con una lógica excesivamente burocrática. Suele existir una gran diferenciación del trabajo y una amplia jerarquización corporativa, mi cuñada que es enfermera, esperpéntica presenció como un joven estudiante de medicina pedía a una enfermera auxiliar que le limpiara su fonendoscopio. Tenemos una alta especialización ligada al cargo y la jerarquía, y es más sustituible una persona de la limpieza, que un reconocido cirujano, aunque este sea un déspota.
En este tipo de organizaciones, la misma dinámica diferenciadora y vertical, aumenta la brecha en las oportunidades, y muy probablemente genera desigualdades. Se incentiva al profesional por el logro de objetivos, así como también se le aprieta o se le sanciona. A nuestra comadrona le pedimos si nos podía solicitar la vitamina D en la analítica, entendía y estaba de acuerdo con el por qué, pero al no constar en el protocolo se resistió por miedo a ser penalizada.
La lógica burocrática se establece por la política del mando, y en ciertos centros sanitarios la autoridad es ejercida sutilmente a través de la rigidez protocolaria, donde algoritmos recios dirigen las acciones y aseguran el pragmatismo organizacional. Esto nos lleva a una medicina altamente defensiva, que protege al mismo paradigma y a la organización, y a mi parecer desampara al usuario. Juan Gérvas se refiere a una medicina ofensiva. Desde esta perspectiva un profesional sanitario puede estigmatizar, y mirar de corregir a un usuario por el incumplimiento de la normal. Lo hemos visto en muchas familias, en cómo les hacen sentir los profesionales por quebrantan la sistematización del calendario de vacunación, pero también por dar o no el pecho, o por decantarse por el colecho o no.
A mi parecer los centros sanitarios y en general la asistencia médica debería transcender y reformular su paradigma, las estructuras y la lógica organizativa. Se requieren cambios para afrontar ciertos retos del futuro, uno es la diversidad, Clifford Geertz utiliza la metáfora del ‘bazar kuwaití’, para explicar la multiplicación de los contactos culturales y la pluralidad. Otro reto es la flexibilidad y adaptabilidad de las organizaciones para reaccionar a los posibles escenarios cambiantes, propios al descalabro energético y el cambio climático. Los organigramas no visualizan la realidad y la desigualdad de género, tenemos el reto de visualizarlo y establecer una lógica de cuidados, más propia de los feminismos. Otro desafío es la responsabilidad ética y social de las organizaciones, la lógica neoliberal ya ha esquilmado suficiente, y se requieren un escenario donde predomine la acción social y la economía del bien común, ‘de la enfermedad no se hace un negocio’.
En el próximo post os hablaremos de otros tipos de organización, que aseguran otros modelos de salud más inclusivos y respetuosos. Se requieren otras organizaciones con una lógica posburocrática que ofrezca un mayor protagonismo a la responsabilidad del usuario, para ganar en resiliencia y agencia para su salud.