Desde el Shiatsu (y la Medicina Tradicional China, base teórica del Shiatsu) entendemos que cualquier molestia, ya sea física o mental/emocional, es generada por un desequilibrio o estancamiento de la energía interna, que se canaliza a través de los meridianos.
Recibir una sesión de Shiatsu, más allá del tratamiento concreto que se va a seguir en cada caso, también facilita que el receptor/a disfrute de un rato para él/a, en silencio y quietud. Para escucharse, reencontrarse y ponerse en el centro de su mirada. Y es que a menudo, cuando comienza un Shiatsu, el mundo se detiene y se genera el espacio adecuado para poder observar cómo es la respiración, dónde notamos tensiones o qué partes del cuerpo necesitan atención y cuidado. Y poco a poco, podemos ir descubriéndonos y trabajar la conciencia corporal, y convertirse así en activos en el proceso de mejora y de crecimiento personal.
El Shiatsu nos deja en una mejor posición para hacer frente a los retos cotidianos, disfrutando de mayor vitalidad. Y además, refuerza de forma muy efectiva los sistemas circulatorio e inmunitario, equilibrando el sistema nervioso.
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