Hace año y medio que acudí a COS tras un terrible diagnóstico: Linfoma Folicular grado II estadio IV (Febrero 2014)
Con dos bebés de 2 y 1 año de edad y 35 años recién cumplidos, el mundo se me caía en pedacitos. Era como si la vida se me escurriese entre los dedos como de arena del desierto se tratase.
El equipo médico de hematología decide esperar ya que no presento ningún síntoma todavía. Así que no me suministran quimioterapia pero me hacen controles de analíticas y TAC de forma regular.
Pero yo no podía quedarme en casa esperando a tener síntomas así que decidí investigar qué podía hacer como paciente y protagonista de mi propio cáncer. Alguien me habló de COS y llamé por curiosidad. Un tal Jose respondió y me informó de cómo funcionaban y vi claro que debía acudir allí. Me recomendó pedir cita con Eva y sólo con aquella conversación telefónica con Jose sentí que estaba en buenas manos.
Con la sensación de estar muriendo llegué a la consulta de Eva, y tras múltiples preguntas sobre mi vida, vio bien claro que debía visitarme con Claudia regularmente ya que había una fuerte influencia emocional. Al mismo tiempo Eva me haría Terapia Neural cosa que me ayudó a eliminar dolores en articulaciones y piernas.
Pronto conocí a Claudia, una psicóloga de sonrisa amable y ojos atentos. Claudia fue como un pozo donde despojaba mis trapos viejos. Me desprendía de cosas que creía ya superadas y de otras que desconocía de su existencia. Nunca me sentí juzgada y en cada visita encontré, entre risas y lágrimas, mi ser más escondido, mi yo más puro.
Enviaba mis informes de control a Eva con regularidad y ella siempre respondía con euforia al ver que mi cáncer no sólo se mostraba tranquilo sino que mostraba regresión.
Mi último TAC (julio 2015) muestra que mis ganglios se han reducido hasta una cuarta parte y tengo ganglios prácticamente normales. Y sin tratamiento convencional!
En COS he aprendido que es posible un trato humano donde el paciente es una parte activa en la sanación.