¿Qué es el drenaje linfático?
El drenaje linfático consiste en una serie de manipulaciones, muy suaves e indoloras que ayudan a movilizar y recoger la limba estancada del cuerpo para facilitar su eliminación, en las fosas claviculares.
El drenaje linfático favorece la limpieza y desintoxicación de los tejidos y de los músculos y por tanto, aumenta la velocidad del metabolismo, lo que permite una mayor y mejor nutrición de las células y por tanto, hace más efectiva la respuesta inmunitaria. Acelera la restauración de fibras (luxaciones esguinces, etc.) reduce las inflamaciones, los edemas, el acné, la retención de líquidos, mejora algunas migrañas, vigoriza la piel, activa la circulación general y restablece la movilidad intestinal y puede ayudar en caso de celulitis.
Es ideal como relajante físico y emocional, para soltarse y disfrutar de una limpieza extra y depurar donde el jabón no llega.
Duración y frecuencia de un tratamiento
Una sesión de drenaje linfático puede tener una duración aproximada de 1 hora. Podemos dedicarnos a una parte del cuerpo exclusivamente, pero aún así la intervención moverá la linfa de todo el cuerpo.
No existe un límite en la frecuencia, y podríamos realizarlo varias veces al día, si hubiera una necesidad aguda.
Sin embargo, en procesos de depuración natural (primavera, otoño, dietas específicas, ayunas o ejercicio físico intenso), podemos intervenir de forma semanal o quincenal.
¿En qué casos puede no estar indicado?
El drenaje linfático está indicado para tratar edemas circulatorias, pero no edemas producidos por insuficiencia cardíaca u orgánica. Conviene tener precaución en los cánceres no tratados. No le indicamos en casos de varices importantes, sobre todo en personas muy sedentarias o durante el postoperatorio, cuando hay heridas recientes o se han recibido golpes.